domingo, 22 de agosto de 2010

CUADRO 5 LIMEÑENSES

(FRAGMENTO DE PRÓXIMO ESTRENO EN EL FESTIVAL DE TEATRO DEL ICPNA-LIMEÑENSES-)


Tutor: Somos sujetos incompletos, sujetos barrados que andamos deseando y buscando constantemente nuestra otra mitad, aquello que nos fue robado. Así evitamos el dolor y nos sentirnos completos, en paz y… felicidad. Para eso inventamos el amor, aquella persona que creemos amar cuando lo que amamos realmente es su correspondencia con nuestra fantasía, con el modelo preformado en nuestras cabezas y que deseamos alcanzar pero que es solo un ideal, un bonito y complejo ideal. Por eso deseamos la casa, el auto, la profesión, la vestimenta, deseo en todos lados, modelos, modelos y más modelos que nos alejen de lo que nos lastima, que nos hacen sentir que somos algo, que importamos. Ahora, evidentemente, ese deseo y modelo evoluciona. De muchacha a los 17 años por ejemplo solo pensabas en tu pareja como un chico lindo y atractivo con quien divertirse o presumir ante las amigas y el vecindario. El rostro y el estilo eran algo fundamental “formación de una protozuaria fantasía” Pero para los 22 te fijabas ya en otras cosas ¿no? carisma, correspondencia de gustos, afabilidad… sinceridad, un buen chico en todo sentido. Luego creces y te llegan los 30. Pero a los 30, a los 30 en esta ciudad el buen chico se va a la mierda y solo se anda en busca seguridad, estabilidad, futuro y sobre todo admiración, admiración que se alimenta con las revistas, los catálogos de Ripley o Saga, los comerciales, la televisión, la familia y todo aquello contra lo que, ha estas alturas te has dado cuenta, es imposible luchar. El rostro, el carisma o la buena voluntad a los 30 años son tan importantes como un huevo o un lunar del pie. En suma un buen chico desafortunado no encaja en los ojos de una mujer y menos de una mujer como tú, tan especial.
Esposa: Qué pretendes decirme con todo esto.
Tutor: Que tú amaste a tu esposo, ese hombre buena gente y lindo que supo llenar tus expectativas en su momento pero que ya no. Que tras haber salido del banco y dedicarse todos los días a recorrer las calles en un ridículo auto amarillo no podría llenar ese deseo tuyo de algo más. Ese deseo que comparten tus amigas, tus nuevas amistades del trabajo de saco y corbata, a quienes poco o nada les dices de tu esposo. Triste ¿no? Pero real. Cómo luchar contra un sueño, un deseo que ha sido superado por otro.
Esposa: Con lealtad quizás, lealtad y fidelidad.
Tutor: Esas cosas implican sacrificio y la vida no es un sacrificio, eres la prueba viviente de ello.
Esposa: Le has dicho esto a mi esposo.
Tutor: No. No lo entendería.
Esposa: Y qué te hace pensar que yo sí.
Tutor: Pues tú eres quien busca las respuestas y no él. Él solo se conforma con insultarte y conservar su fantasía cómo si le debieras algo.
Esposa: Le debo mucho.
Tutor: Baja autoestima; lo que él haya hecho por ti lo hubiera hecho cualquiera.
Esposa: No lo creo, no lo que él hizo.
Tutor: No te imaginas lo que otros podríamos haber hecho por ti, las ganas que teníamos (se le acerca y la intenta besar, ella lo evade).
Esposa: Antes me agradaban escuchar esas palabras ¿sabes? de quien fueran no importaba, lo importante era oírlas… me hacían sentir mejor, en cierto sentido un poco más viva.
Tutor: ¿Y ahora?
Esposa: Ahora me importan una mierda, ahora sé que son solo eso, palabras. Cosas que solo se dicen cuando se tiene algo en mente, entre las piernas.
Tutor: ¿Esa es tu nueva fantasía?
Esposa: No, es lo real… Como tú y este lugar, tu soledad, qué clase de sueño podría ser este, cómo lo explicarías.
Tutor: Quizás sea uno que aún no se realiza.
Esposa: Y eso por qué.
Tutor: Por muchas cosas, quizá sea que soy un poco… exigente. Quizá tengo un asunto resuelto que no me deja avanzar.
Esposa: O tal vez ya estás muy abajo, quizás te da miedo no llenar las expectativas de nadie. Total, ni siquiera encajas en tu perfil de las mujeres que sobrepasan los 20. Discúlpame, pero no veo el carisma ni la imagen del catalogo del centro comercial aquí. Este lugar es una mierda y tu trabajo te deja atrás, relegado en el último asiento de la combi en la que viajas todos los días.
Tutor: No ando en busca de mujerzuelas, las reuniones con güisqui y ridículas carteras de Louis Viutton nunca fueron lo mío.
Esposa: ¿Ahora me llamas mujerzuela?
Tutor: No, jamás me atrevería a eso. Tú eres diferente. Una puta cobra y tú no, tú solo necesitas cariño, cariño y algo de alcohol. De haber sabido que vendrías me hubiera preparado mejor, cómo te dije eso te libera de toda culpa.
Esposa: Que bueno, Me alegra haberte venido a molestar, es bueno saber que siempre existe alguien más patético que tú en algún lugar de Lima (Ella se pone de pie y sale. El tutor se sienta inquieto coge sus informes luego los deja coge su saco y sale a la calle)

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